Por: Kike Alvarez.
En la vorágine de la música contemporánea, emerge una preocupante tendencia que no puede pasarse por alto: el evidente declive artístico que parece marcar el rumbo de las nuevas generaciones. ¿Es este un camino hacia la decadencia o simplemente una forma de evolución inevitable?
Antaño, la música era una manifestación de dedicación y pasión, un arte que requería perfeccionismo por parte de sus exponentes. Sin embargo, en la actualidad, nos enfrentamos a una realidad que roza la mediocridad. Uno de los géneros más representativos de esta decadencia es el Trap, cuyos exponentes exhiben una alarmante falta de preparación y conocimiento.
Las letras del Trap son un reflejo de esta degeneración, con contenidos que degradan a la mujer y se sumergen en la vulgaridad y lo ordinario. En contraste con el pasado, donde las voces eran trabajadas, afinadas y dotadas de un verdadero talento, hoy en día cualquiera, sin importar su reputación profesional, puede incursionar en el mundo de la música.
Los medios de comunicación, lejos de ser espectadores inocentes, son cómplices de esta decadencia. Revistas y medios de prestigio han caído en el error de promover a estos falsos cantantes, elevándolos a la categoría de estrellas sin considerar su calidad artística. ¿Acaso no les interesa educar o formar en criterios éticos y valores? Su principal objetivo parece ser la generación de ganancias millonarias, promoviendo una cultura de consumo vacía de contenido.
Es innegable que artistas como Bad Bunny, Anuel AA, Peso Pluma, Yailin, y otros, han alcanzado una popularidad masiva. Sin embargo, ¿a qué costo? ¿Es este el camino que queremos para la música? ¿Una senda marcada por la superficialidad y la falta de verdadero talento?
La pregunta persiste: ¿estamos ante un progreso inevitable o nos enfrentamos a una regresión artística? La música, como manifestación cultural, merece una reflexión profunda por parte de la sociedad. No podemos permitir que la excelencia artística sea sacrificada en el altar del éxito comercial. Es hora de cuestionar el rumbo que estamos tomando y exigir un retorno a la autenticidad y la calidad en la música contemporánea.
Este fenómeno plantea interrogantes cruciales sobre la dirección que está tomando la industria musical y su impacto en la sociedad. ¿Estamos realmente evolucionando hacia una forma de expresión más inclusiva y diversa, o estamos simplemente diluyendo los estándares de calidad en aras de la popularidad instantánea? Es momento de reflexionar y tomar acciones concretas para preservar la integridad artística y el valor cultural de la música en nuestra sociedad.