Editorial :
Por : Ricardo Urrego
A los habitantes de la ciudad de Popayán los están creyendo caídos del palo de mango o en el peor de los casos, imbéciles a los que se les puede meter los dedos de la mano en la boca. Esta determinación un poco altisonante puede incomodar por parecer grosera e inoportuna debido a que aquí a la gente le gusta distinguirse de respetable y cumplidora de sus derechos y obligaciones.
Pero ante los derechos y las obligaciones para otros les valen cinco patacones desactualizados, en un mundo de aventajados y miserables mercanchifes del dinero fácil. Esto viene resultando de los movimientos comerciales en manos de supuestos dirigentes del deporte que ahora desean por todos los medios de despojarle a una ciudad sus espacios deportivos con estadio incluido.
Sorprende ver la astucia por vender un terreno permitido en su momento por el departamento del Cauca para el deporte como único fin de uso y ahora se atrevan a venderlo para el uso de otras alternativas comerciales de intereses particulares.
¿Para esas artimañas se hacen nombrar en ligas deportivas algunos ciudadanos de esta ciudad?
Parece que el sentido de pertenencia y el respeto al legado histórico de un terreno que debiera ser Patrimonio Nacional no valiera de nada. Insisto, desde este terreno el deporte del Cauca ha demostrado reconocimiento local y nacional que no se puede borrar de un plumazo.
Pero ahora resulta que los dirigentes deportivos parecen más amantes del negocio que del fútbol. Agreguemos la identidad cultural sujeta a este patrimonio insignia y baluarte de nuestros deportistas del pasado y del presente, además de los procesos sociales vividos por los ciudadanos en torno a infinidad de eventos desarrollados. No solo nos despojan de un importante lugar deportivo sino de una invaluable historia de ciudad y construcción de sociedad. Sin embargo, es muy preciso apreciar más codicia por el dinero que el supuesto amor al deporte de dirigentes, quienes se atreven a vender lo que tiene un fin específico, según la historia.
